Han sido jornadas realmente intensas, que han superado con creces cada una de las expectativas que habíamos colocado cuidadosamente en el fondo de nuestras maletas. Llevamos un par de días haciendo sonar las palmadas de la amistad en las espaldas de nuestros nuevos compañeros y besando por triplicado las mejillas de aquellas que no han dudado en poner todos sus recursos al servicio de la cooperación internacional.
Que un reportero se quede sin palabras alguna vez, es un buen síntoma porque significa que lo que ha visto, lo que ha oído y lo que ha sentido, le ha dejado huella. Que se quede sin ellas con cierta frecuencia, descubre que esta país tiene algo que lo hace diferente.
Nos han dejado las puertas abiertas de par en par y se han quedado en sus umbrales para despedirnos. El escaso vocabulario aprendido hasta el momento impide que podamos expresar con detalle todo lo que nos invade el corazón y lo que casi nos enjuaga la vista, pero es precisamente en esos casos cuando las miradas con nuestros nuevos amigos de siempre y para siempre, hacen el resto.
Nos hemos reído, nos hemos dejado impactar irremediablemente por que veíamos, hemos aprendido a establecer una nueva escala de valores en lo cotidiano y también en lo menos habitual y sobre todo, hemos descubierto que Ucrania está tan lejos y tan insultantemente cerca que quizás lo que allí ocurre nos debería preocupar más de lo que lo hace.
¿Quién sabe si dentro de poco o mucho tiempo volveremos a poner rumbo a Kiev o a otro punto más o menos cercano? Lo que sí se puede asegurar ya es que los que hemos tenido la fortuna de estar allí, ya somos, a nuestra manera, un poquito más ucranianos.
Personalmente no hay ni un solo “pero” a nada. Los compañeros de proyecto, tanto de AGARESO como de la Asociación Solidaridad San Roque, merecen un reconocimiento sincero y profundo, porque si ellos no se hubieran volcado por completo, este trabajo jamás hubiera salido adelante. Conviene además dejar claro que una acción humanitaria como esta, la de unir Galicia con Ucrania para repartir Ayuda Humanitaria en persona, vale infinitamente más de lo que cuesta. Gracias y “spashiva” a todos los que lo han hecho posible, porque sin ellos habría sido inviable.
Este último post del blog de AGARESO nace sobre una servilleta del avión rumbo a Madrid, sobrevolando Centroeuropa y acabará en Internet, donde no quedan ya muchas fronteras en pie y donde estas líneas se pueden consultar desde cualquier punto, también desde Ucrania. En la fila de asientos siguiente a la nuestra hay una niña ucraniana que viaja a España por primera vez para empezar una nueva vida. Había sido abandonada tres veces en su país de nacimiento y ahora se le ve feliz y a sus padres mucho más. Se cierra por tanto el círculo. Todo lo que hemos contado sobre los niños de la calle, los orfanatos y los internados se completa con este desenlace, que a veces, otorga nuevas oportunidades a quienes realmente lo merecen y a quienes realmente lo han luchado durante años.
Finalmente es justo reconocer que estas son las razones que enaltecen esta pasión de “juntar palabras para relatar historias”. Ha sido un verdadero placer llevarlo a cabo, sabiendo que siempre ha habido gente al otro lado, ya que sin ellos, sin vosotros, hubiese sido un trabajo en vano.
Muchísimas gracias a todos.