viernes, 27 de noviembre de 2009

HASTA LA PRÓXIMA...

Nos vamos de Ucrania tal y como vinimos. Sin hacer mucho ruido y sin tampoco querer hacerlo. Otra vez la oscuridad de un país que apaga sus luces naturales quizás demasiado temprano y las enciende a las primeras de cambio nos acompaña en el trayecto al aeropuerto.

Han sido jornadas realmente intensas, que han superado con creces cada una de las expectativas que habíamos colocado cuidadosamente en el fondo de nuestras maletas. Llevamos un par de días haciendo sonar las palmadas de la amistad en las espaldas de nuestros nuevos compañeros y besando por triplicado las mejillas de aquellas que no han dudado en poner todos sus recursos al servicio de la cooperación internacional.

Que un reportero se quede sin palabras alguna vez, es un buen síntoma porque significa que lo que ha visto, lo que ha oído y lo que ha sentido, le ha dejado huella. Que se quede sin ellas con cierta frecuencia, descubre que esta país tiene algo que lo hace diferente.

Nos han dejado las puertas abiertas de par en par y se han quedado en sus umbrales para despedirnos. El escaso vocabulario aprendido hasta el momento impide que podamos expresar con detalle todo lo que nos invade el corazón y lo que casi nos enjuaga la vista, pero es precisamente en esos casos cuando las miradas con nuestros nuevos amigos de siempre y para siempre, hacen el resto.

Nos hemos reído, nos hemos dejado impactar irremediablemente por que veíamos, hemos aprendido a establecer una nueva escala de valores en lo cotidiano y también en lo menos habitual y sobre todo, hemos descubierto que Ucrania está tan lejos y tan insultantemente cerca que quizás lo que allí ocurre nos debería preocupar más de lo que lo hace.

¿Quién sabe si dentro de poco o mucho tiempo volveremos a poner rumbo a Kiev o a otro punto más o menos cercano? Lo que sí se puede asegurar ya es que los que hemos tenido la fortuna de estar allí, ya somos, a nuestra manera, un poquito más ucranianos.

Personalmente no hay ni un solo “pero” a nada. Los compañeros de proyecto, tanto de AGARESO como de la Asociación Solidaridad San Roque, merecen un reconocimiento sincero y profundo, porque si ellos no se hubieran volcado por completo, este trabajo jamás hubiera salido adelante. Conviene además dejar claro que una acción humanitaria como esta, la de unir Galicia con Ucrania para repartir Ayuda Humanitaria en persona, vale infinitamente más de lo que cuesta. Gracias y “spashiva” a todos los que lo han hecho posible, porque sin ellos habría sido inviable.

Este último post del blog de AGARESO nace sobre una servilleta del avión rumbo a Madrid, sobrevolando Centroeuropa y acabará en Internet, donde no quedan ya muchas fronteras en pie y donde estas líneas se pueden consultar desde cualquier punto, también desde Ucrania. En la fila de asientos siguiente a la nuestra hay una niña ucraniana que viaja a España por primera vez para empezar una nueva vida. Había sido abandonada tres veces en su país de nacimiento y ahora se le ve feliz y a sus padres mucho más. Se cierra por tanto el círculo. Todo lo que hemos contado sobre los niños de la calle, los orfanatos y los internados se completa con este desenlace, que a veces, otorga nuevas oportunidades a quienes realmente lo merecen y a quienes realmente lo han luchado durante años.
Finalmente es justo reconocer que estas son las razones que enaltecen esta pasión de “juntar palabras para relatar historias”. Ha sido un verdadero placer llevarlo a cabo, sabiendo que siempre ha habido gente al otro lado, ya que sin ellos, sin vosotros, hubiese sido un trabajo en vano.

Muchísimas gracias a todos.

PETRO, EL GENIO PRUDENTE Y COMEDIDO




Fotografías: Óscar Dacosta

Roi/Kiev

Todos estos días en Ucraina (que es como se debe de decir) no hubiesen sido viables sin Petro. Él es, sin lugar a ningún tipo de dudas, el "alma pater" de todo esto y además de ser nuestro guía, nuestro profesor, nuestro representante y nuestro traductor, se ha convertido en nuestro AMIGO con mayúsculas.

Petro sabe que se ha convertido en Pedro. Un sutil cambio para explicar que sus raíces ucranianas han entroncado a la perfección con la forma de vivir en España y en Leirado. Hace un par de semanas, antes de partir rumbo a su país de origen, se le veía nervioso. Sabíamos que había puesto muchas ilusiones en todo este proyecto y como es hombre de tener todo bien atado, las jornadas previas se hicieron intensas. Muchas llamadas y correos entre España y Kiev se registraron desde su móvil y su ordenador. Todo, para que las cosas hayan podido salir así de bien.

La historia de Petro no cabe en este post. De hecho, no cabe en todo este blog, pero hemos acordado que se merece un lugar destacado en él y por eso lo hemos dejado para el final. La guinda de toda tarta que se precie es siempre el bien más admirado y, valga la similitud, Petro es el que más sonrisas nos ha arrancado y al que más favores le debemos todos nosotros.

Por descifrar solo la punta del iceberg que lleva dentro, diremos que es un hombre experimentado en la vida. Nos ha enseñado donde nació, donde permanecen sus huellas de cuando solo era un crío, donde estudió y también donde hizo una de esas hazañas para las que no hay medallas (y en caso de que las inventasen, jamás podrían condecorar sufucientemente al que las porta). Nos referimos al día que hace unos cuatro años se despidió de su buen amigo Igor en un descampado como el que se despide después de unas largas vacaciones en el pueblo de los amigos de la infancia. Una mochila con las cosas realmente más básicas y un largo proyecto por delante: hacer el camino de Santiago. Nada raro, sobre todo ahora. Lo realmente extraordinario, es que Igor aparcó en un descampado de Kiev y Petro llegó, solo, caminando y no demasiado dañado a Galicia unos cuatro meses después. Ya se sabe que solo los más grandes hacen las cosas más grandes...

Pero Petro es mucho más que un peregrino estratosférico. Por aquel entonces ya vivía en España. Allí encontró el amor, allí reside y allí ha encontrado su hueco. Lleva años vigilando que todos los que estén a su alrededor sean felices y eso le sale a muy pocos. Ha compartido los buenos y malos momentos de los que se han quedado sin nada, de los que realmente lo necesitan todo y lo ha hecho sin preguntarles ni "cómos" ni "por qués". Les ha escuchado, les ha aconsejado y ahora ha hecho posible que las ayudas gallegas reviertan en su Kiev natal. Cuando pasas un rato con él, cuando escuchas la profundidad de sus ojos claros y cuando te propones aprender de él, todo lo demás se detiene en un lejano segundo plano. Petro es un genio en el sentido más amplio que queráis. Prudente y comedido como pocos hombres he conocido, ha logrado que el día a día en un contexto tan duro como el que hemos venido describiendo todos estos días, tenga una luz cálida y color amable.

Repito que sin Petro, nada de esto habría pasado. Asegura que en su vida se ha sabido amoldar a cada situación, y efectivamente, le sabe buscar las partes positivas a cada adversidad (damos fe). Nos ha dicho que aprendió hace años que "hay que perderle el miedo a los miedos de cada uno" y como predica con el ejemplo, algo de razón tiene que tener. Polifacético y trabajador incansable aúna virtudes que para reunirlas de nuevo haría falta citar a un regimiento entero. Petro no es capaz de echarse en brazos de la previsible rutina. La adrenalina de quien ha visto las nubes desde arriba y los rayos de sol penetrando el agua desde abajo, se encuentra en retos titánicos como el de llevar un camión repleto de Ayuda Humanitaria por toda Europa.

Petro es de esas personas con las que siempre es aconsejable llevar la grabadora encendida y creo que la Asociación de Solidaridad San Roque enviará muchos camiones más a Ucrania porque si hace falta, Petro los cargará personalmente y si es necesario conducirá por la senda que un día hizo a pie en el sentido contrario.

Desde aquí lanzo un profundo agradecimiento al hombre que ha sabido manejarse en todas y cada una de las situaciones que se han ido sucediendo como quien conoce las respuestas de las preguntas que se le van a formular. Porque entiendo que una de las virtudes más grandes del ser humano es saber tratar al niño más indefenso y al experto más cualificado con el registro que cada uno de ellos merece en cada ocasión. Y además, poniéndole la sonrisa que solo concede la humildad, el trabajo y el hecho de tener la conciencia tranquila.

Dudo que haya más como Petro, pero si realmente existen... quiero conocerlos!

EL INTERNADO COMO OTRA FORMA DE VIDA




Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Tampoco en Ucrania es necesaria una familia desestructurada o la pérdida de alguno de sus miembros parentales para que los niños crezcan en un internado. Se trata de una figura a medio camino entre las escuelas de base y los orfanatos, y como tales, presentan particularidades y semejanzas con las otras modalidades.

Entre los perfiles del alumnado se podrían diferenciar, a grandes rasgos, tres grupos de niños. Los que están internos de forma indefinida y pasan las semanas y los meses dentro de ese edificio que se ha convertido en su hogar; los que cuentan con una familia no biológica que les ha “apadrinado” y con los que pasan los fines de semana y las vacaciones; y los que simplemente acuden a diario a las clases e interactúan con el resto de internos.

Este tipo de centros presentan como principal distinción el hecho de que los fogones de las cocinas jamás descansan y que una simple pared sirve para diferenciar el ambiente íntimo del dormitorio comunitario del bullicio y la disciplina de las clases. Afincados en entornos rurales primordialmente y nutriéndose de niños de corta edad, los internados se convierten en la única forma viable de salir adelante, o por lo menos, de encaminar a estos menores a un futuro. Mientras el Estado se limita pagar la manutención de los pequeños y los ínfimos salarios del profesorado, los responsables de estos centros se ven obligados a acudir a dos vías alternativas para aliviar su pésimo estado. Por un lado, la labor inconmensurable de los padres, que colaboran directamente (realizando las reformas en los centros) o indirectamente (mediante inyecciones económicas). La otra salida es la de la petición y recepción de Ayuda Humanitaria, para la que todos los pedidos son escasos.

El Internado Veselka Gavrilivka tiene capacidad para albergar hasta 350 niños. Actualmente conviven en sus instalaciones unos 200 y su directora se ve en la obligación de rechazar nuevas peticiones de plaza porque no tiene infraestructuras ni reales ni suficientemente acondicionadas donde darles cabida. En la visita realizada por esta expedición, todos los miembros de la misma acudieron debidamente abrigados con ropa de invierno, y el vaho que emanaba de sus bocas era la mejor certificación de que es inviable que los menores puedan habitar el edificio. La escasa calefacción existente ha sido reconducida para que únicamente tenga que calentar la mitad de la edificación pero una vez más, la sensación de calidez se escurre entre las rendijas de las viejas ventanas mal selladas. De las aulas, poco que contar: que no hay ni mesas ni sillas, que los niños tienen que recibir sus clases sentados en el suelo o de pie y que los somieres de algunas camas son finas planchas de conglomerado que apenas resisten el peso de los más pequeños.

Existen, afortunadamente, otros casos, como el del Internado Especial de sordomudos número 6 de Kiev. Fue el primero de sus características. Abrió sus puertas a principios del pasado siglo y es uno de los referentes de todo el país. Aún así, todo lo concerniente a subvenciones estatales, está igualmente olvidado, aunque sea habitual que los máximos mandatarios (y mandatarias especialmente) acudan a hacerse fotos al centro.
Como mejor triunfo, contaremos que en este internado se han formado algunos campeones paralímpicos, tanto en deportes de grupo como en especialidades individuales y que incluso actualmente el combinado nacional ucraniano cuenta en sus filas con algunos de los que recibieron formación dentro de esas paredes. Por si la vertiente deportiva no fuese suficiente, nos cuentan que en nuestra visita faltan algunos niños porque están en el concurso de canto de la ciudad. Podía ser un dato sin demasiados alicientes, aunque un certamen de música interpretada por niños sordos, dicen que efectivamente, es un espectáculo digno de ser visto. Por cierto, que han ganado la primera fase y el objetivo será pasar las rondas eliminatorias para competir a nivel nacional, donde ya se han cosechado victorias en el pasado.



La visita ha sido gratificante y sobre todo nos ha instruido. Hemos abierto un poco más nuestras mentes y hemos compartido sensaciones sin necesidad, casi, de traductor. Nos despedimos de ellos, de los auténticos protagonistas, llevando nuestro puño cerrado a la frente y después apoyándolo sobre nuestra barbilla en señal de profundo agradecimiento. El lenguaje de signos, a nivel básico, es mucho más sencillo que el ucraniano hablado…

CRIMEA SE OFRECE COMO DESTINO DE ACOGIDA DE AYUDA HUMANITARIA


Fotografías: Óscar Dacosta


Roi Palmás/Kiev


Durante la estancia de AGARESO en Kiev, el jefe del departamento de Juventud y concejal de Presidencia de la República Autonómica de Crimea, Anatoly Shusterovich, se reunió con los reporteros desplazados a Ucrania y con los representantes de la Asociación Solidaridad San Roque, de Leirado, Salvaterra Miño, para ofrecer en persona un nuevo posible destino para el reparto de Ayuda Humanitaria en el futuro.

Crimea se sitúa a unos mil kilómetros de distancia de la capital ucraniana, en la franja del Mar Negro, cuenta con un pasado dorado en el turismo termal (incluso de lujo) y empieza a ser un destino a potenciar para muchos visitantes. Aún así, este representante político explicó que existen problemáticas comunes con las visibilizadas hasta el momento en el proyecto de Kiev y alrededores, aunque también cuentan con otras propias, que dificultan el día a día de los más desfavorecidos, ya que la esclavitud infantil, la “miseria total” y las deficiencias de material en centros de atención como hospitales, orfanatos o colegios están a la orden del día y “son peores” que las visitadas hasta el momento, según él mismo informó.


La República Autonómica de Crimea es independiente a un 85% del poder central de Ucrania y ofrece facilidades tanto para la recepción de Ayuda Humanitaria como para aquellos inversores o empresas que estén estudiando la posibilidad de tener presencia física y mercantil en dicho lugar. Además, Anatoly Shusterovich, invitó formalmente a las dos asociaciones que están desarrollando este proyecto en Ucrania a que vean en primera persona el estado actual en el que se encuentran sus instalaciones sociales y el contexto general de su territorio, al tiempo que esgrimió la posibilidad de realizar intercambios culturales y deportivos con jóvenes crimeanos y de otros países de Europa, como España.



miércoles, 25 de noviembre de 2009

VIKTOR KULBICH: “Los niños de la calle viven en pisos con alcohólicos y drogadictos y les pagan el alquiler con bebida”



Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

En 1990, Víktor Kulbich comenzó su labor social en Kiev. Ahora, cuando la asociación que dirige, el Ukranian Center for Christian Cooperation, ha cumplido la mayoría de edad, puede presumir de ser uno de los centros de referencia del país en la labor con niños de la calle, mientras a título personal, es considerado como uno de los valores más influyentes de la sociedad ucraniana.

-¿En qué consiste su trabajo?

- En la asociación trabajan 17 personas y el voluntariado es básico para poder hacerlo realidad. Además de otras secciones, tenemos dos dedicadas en exclusiva al trabajo con niños. Una de ellas se centra en formar a los profesores y la otra es de trabajo social directo con ellos. Aquí ayudamos a los niños de la calle, a niños con enfermedades derivadas de Chernóbil y también a niños que viven con familias desestructuradas, a las que le falta algún miembro y a las que viven bajo el umbral de la pobreza.

-¿Cómo se concretan estas acciones?

-Uno de los programas más importantes es el de “Proyecto Niño de Navidad”, en el que participan alrededor de 500.000 menores de toda Ucrania, que reciben regalos en estas fechas. El otro, es el los campamentos de verano de la “Aldea de la esperanza”, donde pueden pasar por las instalaciones hasta 14.000 niños.

-¿Por qué ha tenido tan claro desde el primer momento que el trabajo con los niños era primordial?

-Hay varios motivos. Si hay cataclismos de la naturaleza, las primeras víctimas siempre serán los niños. En las batallas políticas, los más heridos son los niños y además, siempre que se registran conflictos familiares, los peor parados son siempre los hijos. Todo esto está influyendo mucho y muy negativamente a estos pequeños. Por ejemplo, tras el desastre de Chernóbil, los padres tenían miedo a tener hijos y cuando los tenían y padecían problemas de salud, los rechazaban. Es por eso que trabajamos con varios hospitales infantiles y ayudamos a las familias para que curen a sus hijos.

-¿Son entonces los niños de la calle su principal preocupación?

-Definitivamente, sí. Este problema existe de verdad. El Gobierno actual hizo mucho para dar más facilidades para trabajar con estos chicos y están intentando controlarlos. Cerraron muchos zulos donde dormían y los están recolocando en orfanatos, aunque son casi como cárceles y es realmente muy duro para ellos.

-¿Cómo viven estos menores?

-Los que están en orfanatos ponen todo su empeño en escaparse y vivir en la calle. Ahora ya duermen en zulos o en los pozos de la calefacción. Actualmente buscan los pisos de los alcohólicos y drogadictos. Se hacen amigos de ellos, salen por la noche a robar y a trabajar, compran comida, alcohol y le pagan el alquiler. Son menores con edades comprendidas entre los 6 y los 14 años, aunque la mayoría son niñas.

-¿Y eso?

-Porque muchas madres las venden para prostituirlas y acaban así.

-¿Cuál es la principal razón para que estos chicos se vean en la calle, solos?

-Hay varias causas. La prostitución de sus madres, la incapacidad de sacar adelante una familia, la violencia, el simple abandono… La mayoría de los niños no tienen ningún tipo de documentación y al no tener papeles no pueden ni ir al médico, por eso es vital brindarles asistencia, limpieza, higiene, ropa, calzado…

-¿En que estado se encuentran?

-Bueno, lo complicado es saber en cada momento dónde están y cómo están. Son muchos y vienen al centro a comer, a lavarse o cuando tienen algún problema pero son muy celosos de sus espacios privados. Casi ninguno sabe leer ni escribir y por eso les damos clases. Llegan con la ropa destrozada, sucios y hasta con bichos porque pueden tardar un mes en aparecer. Muchos consumen pegamento, tabaco, alcohol y otras drogas desde pequeños. La policía colabora para hacerles papeles y que puedan ir a estudiar o trabajar.

-¿Y viven de día o de noche?

-Prioritariamente de noche. Muchos niños no solo roban. Hacen trabajos como descargar basura o camiones. Está prohibido el trabajo infantil pero algunos operarios se arriesgan para darle una ayuda y que puedan comer. Cuando no hacen esto andan toda la noche buscando entre los contenedores de basura. De día duermen, y lo hacen donde pueden.

-¿Cómo de extendidas están las redes de prostitución de menores?

-Considerablemente extendidas. La mayoría de las chicas son vendidas pero también existe un importante desorden entre los propios niños. Viven muchos juntos, con relaciones sexuales entre ellos y habitualmente no saben ni quienes son los padres de sus hijos. Las chicas más mayores las venden a otros países, las engañan ofreciéndoles trabajo y las mandan como esclavas sexuales a diferentes países de Europa. De hecho las estadísticas no oficiales revelan que el 40% de las prostitutas que están en Europa son de Ucrania, Moldavia, Rusia y Bielorrusia, que es casi la mitad del total. Además, las ucranianas se consideran como las más guapas y se venden y se compran muy rápido.

-¿Y qué hay de las mafias?

-En Ucrania existen realmente. En Kiev es muy difícil de ver porque es la capital y no hay granjas como en otras poblaciones. Hace poco salió un reportaje de Odesa, en el Mar Negro, y descubrieron fábricas y granjas donde trabajaban niños, encerrados, que vivían como animales. La policía le dedica poco tiempo a estas cosas y normalmente interviene solo cuando ya no hay salida y hay un peligro real.

-¿Es optimista de cara al futuro, con estos niños?

- Mi meta es darle el calor y el amor de una familia. Ya he visto casos en los que los niños han empezado una vida nueva y han olvidado todo su oscuro pasado. Hay resultados y nuestra puerta siempre estará abierta. Además, soy optimista. Este país tiene que salir de la crisis económica, social, de valores y de alma que atraviesa. Ucrania es muy rica. La gente es buena pero están dirigidos por mala gente, aunque no perdemos la esperanza de que lleguen buenos gobernadores porque esto no puede ser así siempre.

Los príncipes de la calle


Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Las historias que a continuación se relatan son parte del pasado reciente de sus protagonistas y de hecho, hieren la sensibilidad de cualquiera que tenga corazón. Lo que les une a todos ellos es que hoy en día viven perfectamente socializados, están en el seno de una familia y sus ojos brillan porque simplemente son felices.

Hubo tiempo en el que todos ellos vivieron asustados, temerosos y al margen de la sociedad. Muchos de ellos robaban y comían o dormían cuando y donde podían. Sus personalidades se hicieron deprisa, a la defensiva. Todos ellos tardaron días, semanas en fiarse de alguien que le tendiese la mano sin necesidad de levantársela. Sus padres biológicos responden al perfil de: muertos, desaparecidos sin dar explicaciones, alcohólicos, drogadictos, proxenetas o violentos. Algunos, la inmensa mayoría, pasaron por uno o varios orfanatos donde las cosas no mejoraban y todos se vieron durmiendo al ras, sin un futuro. Esnifar pegamento, fumar o ingerir bebidas alcohólicas formaba parte de su día a día o del de sus amigos y compañeros de viajes. Los príncipes de la calle en Ucrania, bien podrían ser “Los pequeños zares de la calle”…

VLAD

Vladimir llegó a la normalidad hace tres años. Ahora tiene 9 y se puede decir que durante los seis primeros de su vida ha visto todo lo negativo que le correspondería durante toda su existencia y mucho más. Ha sido testigo de maltratos continuados, de un caso de fuerte alcoholismo en casa y hasta ha tenido que presenciar cómo su madre se prostituía. Todo eso le ha labrado una personalidad impactante para un cuerpo tan pequeño. La mirada la tiene fría, dura y desafiante. Cuando llegamos, tomó la iniciativa y no vaciló en preguntar si éramos de una inspección. Ahora es el líder. Los demás le respetan como tal y ha conseguido ser el ayudante primero de su nuevo padre adoptivo. El primer día, cuando llegó a su nuevo hogar, empleó las dos primeras horas en romper y destrozar todo lo que estuvo a su alcance. Sus notas fueron pésimas en su vuelta a la escolarización y tuvo en jaque a la familia y al claustro de profesores. Hoy en día está muy apaciguado. Saca buenas notas y no da problemas. El objetivo es que Vlad llegue a poder olvidar todo lo que ha visto con esos ojos que llegan a hipnotizar si los miras durante demasiado tiempo.




JANETTE

Janette tiene ahora 18 años, unas notas de envidia y el corazón pleno de felicidad. Su madre biológica era ucraniana. Su padre, de Mozambique, aunque murió hace años. La primera acabó en el mundo de la prostitución después de dar a luz a cinco pequeños, que fueron separados por las autoridades y repartidos por diferentes orfanatos. Lo que los unía era la sangre, el color de la piel y que todos eran tan cerrados como desconfiados con los demás. “Apenas hablaban y tenían la mirada rota”, recuerda Víktor Kulbich, uno de los artífices de que su vida haya dado un vuelco.

Para mayor sufrimiento, Edmon, uno de los cinco hermanos, murió de un tumor cerebral. Janette pasó de ser la hermana mayor, a la madre circunstancial de los demás para, ahora, de nuevo, ser una más dentro de una nueva familia. Los cuatro vástagos de aquellos dos progenitores iniciales se han vuelto a reunir, son felices y tienen cuatro hermanos más, muchos de ellos, salidos de las mismas frías calles y orfanatos ucranianos.




VERA

La tercera protagonista ya no es una niña. Vera tiene 23 años, aunque su apariencia exterior es de alguien mayor. Sentada, como la encontramos, nadie diría que estará atada a unas muletas de por vida. Cuando tenía 11 años su madre murió. Ella subsistía como mejor podía y como tantos otros niños se colaba en los trenes de mercancías para ir cambiando el área de influencia. Se creían inmortal, lejos de las ataduras de las reglas sociales. Un día, en uno de esos trenes, algo la sobresaltó. Tuvo que saltar. Lo había hecho miles de veces, aunque ese día, precisamente ese día perdió el pie derecho para siempre. Ahora ya no consume drogas, ya no está enganchada al pegamento y ya no bebe. Ahora, lo que hace es ir a la sede del Ukranian Center of Christian Cooperation para ayudar a los que ahora tienen 11 años y quieren saltar de los trenes en marcha.

Sasha y Misha, los niños que vinieron del frio


Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

La historia de Sasha y Misha es el breve relato de un espeluznante episodio que ocurrió hace casi tres años. Los dos protagonistas tenían 3 y 4 años de edad cuando un buen día, por estas fechas, su madre salió de casa. Lo que provocó que en esa fecha cambiasen para siempre las vidas de los dos protagonistas es que la mujer se fue para no volver jamás. Cerró la puerta con llave por fuera y los abandonó sin previo aviso. En casa no había calefacción, apenas había ropa o mantas con las que taparse y la comida seguía siendo realmente un bien escaso.

Pasaron los días y Sasha y Misha seguían sin explicaciones, con mucho frío y jugándose la vida encerrados entre cuatro paredes. Repito que por aquel entonces tenían 3 y 4 años de edad. Los vecinos, acabaron por acceder a la vivienda por la fuerza y se encontraron a los dos pequeños tiritando, en el suelo, acurrucados el uno contra el otro, desnutridos y con síntomas de congelación en el cuerpo. Los llevaron de urgencia al hospital y les salvaron las vidas cuando ya se habían entregado a la muerte.

Ahora Sasha y Misha, cuando te miran, ya no piensan en esos días. Nadie, absolutamente nadie, ni ellos mismos, saben decir cuánto tiempo estuvieron en esa situación límite, pero todo el mundo coincide en que si llegan a sufrir un poco más, solo un poco más, hubiese sido demasiado tarde. Hoy, los dos niños que sobrevivieron al frío de Ucrania son felices. La madre, la que se fue cerrando la puerta por fuera y dejando encerrados a sus dos vástagos sigue sin dar señales de vida, o de muerte…

EL CANAL ESTATAL INTER ENTREVISTA A AGARESO


Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Chernóbil

FOTONOTICIA

Durante la visita informativa que los reporteros de Agareso han realizado a las instalaciones de Chernóbil, el canal Inter, el más importante de Ucrania y de titularidad pública, se ha interesado por el proyecto que están desarrollando en este país junto a la Asociación Solidaridad San Roque de Leirado, consistente en el reparto de Ayuda Humanitaria entre los más necesitados. El canal Inter entrevistó a los miembros de las dos asociaciones para la realización de un reportaje que será emitido en los próximos días en Ucrania.

CANAL 0,7 - TV: 'Chernobil'

martes, 24 de noviembre de 2009

ΑΓΑΡEСО B ЧEРНОБЫЛE (AGARESO EN CHERNÓBIL) I



Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Chernóbil

Chernóbil no es ese profundo agujero rodeado de campos arrasados por una explosión nuclear que todos nos hemos imaginado alguna vez. De hecho, lo sorprendente es que no tiene nada que ver con eso porque es todavía más sobrecogedor. Quizás, si todo lo que se pudiese ver fuese la profundidad de una cavidad horadada en el suelo, la historia no sería como realmente fue:

A las 01:24 horas de la madrugada del 26 de abril de 1986 se declaró un incendio en el reactor número 4 de la central nuclear de Pripet, la ciudad modelo construida a los pies del imponente complejo generador de energía. Hoy en día, 23 años y medio después, sigue sin haber una versión oficial de lo que realmente ocurrió aquella noche y que definitivamente cambió el curso de la Historia y de la historia de muchas gentes. En aquella velada algo salió caprichosamente mal. La cubeta que debería haber girado correctamente para poner a salvo el material radioactivo se quedó a medio camino de completar el protocolo. Se supone que fue debido a un fallo en el mantenimiento y por ello los máximos responsables de la central fueron condenados a diez años de prisión, aunque no cumplieron la pena íntegramente.

Aquella noche los bomberos fueron los primeros en acceder al recinto. Su única protección fueron unas mascarillas que tapaban como podían las vías respiratorias, pero que les exponían sin remedio a la mayor radiación directa que posiblemente un ser humano haya podido experimentar. Un enorme monumento rinde tributo a estos héroes fallecidos bajo el lema “Dedicado a los que salvaron el mundo”.

A partir de ahí comenzó el caos. Todas las decisiones se tomaban desde Moscú. Un funcionario decidió establecer un perímetro de seguridad de 30 kilómetros a la redonda. Las carreteras que conectaban Pripet y Chernóbil con Kiev y otras poblaciones han quedado cortadas por el Gobierno desde entonces y salvo los que posean un permiso especial, el resto está obligado a dar un rodeo para poder visitar la zona.

En las jornadas siguientes a la catástrofe todo fueron informaciones erróneas y contradictorias. Desde el poder se intentaba poner calma entre la ciudadanía para que la opinión pública no diese la voz de alarma. Los dirigentes decían abiertamente que no había peligro real para la salud pero se apresuraban a exiliar a sus familiares a zonas alejadas. Cuando no hubo más remedio que reconocer públicamente la magnitud del siniestro, se procedió a la evacuación en bloque. Unas 200.000 personas de 94 poblaciones diferentes tuvieron que dejar toda su vida atrás de la noche a la mañana. Los edificios quedaron vacíos, las calles desiertas y todos los enseres tal y como habían sido utilizados por última vez.



El Gobierno recolocó a esta marabunta por toda la URSS, pero meses después, dos millares de vecinos de Chernóbil y las aldeas cercanas decidieron regresar por su cuenta y riesgo. Se negaban a vivir en la estepa cuando se habían acostumbrado a sus campos y sus animales. La radiación y sus peligros pareció ser lo de menos para ellos. Algunas aldeas estuvieron habitadas durante años por cinco o seis vecinos. Alguna, incluso, por un solo habitante.

A pesar de que está prohibido vivir en Chernóbil, el poder hace la vista gorda, especialmente el Ministerio de Situaciones Extremas, que es la máxima autoridad en la zona, aunque realmente les tiene completamente olvidados a su suerte. Una vez al mes un funcionario les lleva el correo y las pensiones que cobran. Cuando el tiempo lo permite (y en invierno nunca lo permite), un camión les vende víveres y bienes de primera necesidad y una vez al mes un autobús les permite acercarse a otros pueblos para ir al mercado. Así viven los que son conocidos como “los últimos mohicanos”.

Sensaciones
Viajar al epicentro del desastre supone un reto. De camino, una fría e incómoda bruma nos acompaña insistentemente. El camino es más tortuoso que largo. Apenas nos cruzamos con coches en dirección contraria y de pronto, descubrimos la barrera que indica que estamos a 30 kilómetros de distancia. El famoso perímetro de seguridad.

Como todo es nuevo, aunque realmente lleva años anquilosado, abrimos bien los ojos y sobre todo la mente. El final del otoño ayuda a que las imágenes sean más inhóspitas y más crudas. Árboles desnudos que forman auténticas selvas. Casas semiderruidas unas y muy deterioradas las demás. Extensiones de campos yermos y un ambiente plomizo, tanto en el suelo como en el aire.

De camino al reactor número 4 nos enseñan el cementerio de barcos, sobre el río. Toneladas de metal escorado flotando a duras penas para no hundirse del todo. A lo lejos, más barcos, y en el ambiente, sentimientos de pena y curiosidad por seguir averiguando detalles, a partes iguales.



Nos plantamos ante el famoso reactor. Un sarcófago de hormigón recubre como puede ese kilómetro cero que tantas vidas ha arruinado. Por fuera no impresiona tanto como debiera por su importancia pero nuestra osadía por estar más y más cerca pronto es reprendida por los guardias que vigilan los alrededores.
Nos vamos, lo dejamos atrás. Nos impiden filmar y fotografiar el resto de la central que todavía funciona y nos trasladan a Pripet.

Las calles están vacías. Los edificios tienen las puertas abiertas. Todo ha sido contaminado aunque ahora mismo no hay peligro real. Algunas fachadas están caídas y se puede ver el interior de las casas y los restaurantes sin necesidad de subir las escaleras. Cuando nos damos cuenta, lo único que se escucha es el ruido de cristales rompiéndose bajo nuestras botas. No hay gente, no hay animales, no queda ningún coche y nada funciona. Las goteras que poco a poco van inundando el bajo de la casa de la cultura pasan desapercibidas entre tanto desastre. Nos cuentan que hubo quien quiso (y logró) saquear todo aquello poco después del desastre. Ahora está prohibido tocar y mucho menos quedarse con algún recuerdo.

La sensación que tenemos es que el tiempo se ha detenido y que las manecillas de todo este gran reloj se han oxidado de no caminar. La noria ha quedado en la misma posición que tras su última vuelta. No hay nada. Solo unas bayas de color negro y otras de una atractiva tonalidad roja han querido demostrar que hay vida después de Chernóbil.


Para asimilarlo por completo hace falta tiempo. Los que han conocido Pripet antes de la contaminación masiva, probablemente necesiten algunos años más porque el pasado nada tiene que ver con lo que hoy en día sobrevive a duras penas en los alrededores.

ΑΓΑΡEСО B ЧEРНОБЫЛE (AGARESO EN CHERNÓBIL) II

Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Chernóbil


Todo lo que rodea a Chernóbil está plagado de mitos y leyendas. Para empezar, contaremos que el guía que nos ha acompañado en la visita asegura que “si se acude en verano se le pueden echar migas de pan a los peces del río y hay algunos de más de dos metros de largo…” “¿Por la contaminación?”, dice. “No, es que está prohibido pescar aquí desde el 86” y se ríe…

Bromas al margen, es interesante observar cómo el inseparable medidor de radioactividad que siempre le acompaña varía sus registros a cada paso. El lugar más “sano” dentro del perímetro es la iglesia, la única que todavía funciona de las 16 que existían en los alrededores. En la base, el nivel de contaminación es 19, “igual que puede haber en el centro de Kiev”, nos dice. Durante la visita, en algunos momentos consultamos este particular oráculo. La oscilación entre las diferentes zonas es espectacular. Lo más peligroso, lo que no nos recomiendan, es pisar la vegetación del suelo. El consejo lo tomamos al pie de la letra cuando vemos que la pantalla refleja un nivel de más de 1.400 y más cuando nos avisan de que hay zonas en las que deben apagar estos medidores porque el índice es tan elevado que no lo soportan.



Nos interesamos por las enfermedades y problemas que ha acarreado este siniestro y nos dicen que el cáncer es la principal afectación. Sin embargo, tampoco en esto hay estadísticas. De hecho, hace once años nacía una niña en la zona. Los médicos vieron en ella el caso perfecto para estudiar los efectos de Chernóbil años después del desastre y no encontraron indicio alguno de estar contaminada. ¿Victoria? Puede ser, pero nadie se atreve a asegurar que sus hijos o incluso sus nietos no vayan a cargar en sus genes con la maldita herencia de aquella noche fatídica en la que todo cambió.

Es más, el 80% de los niños que nacen en este contexto lo hacen padeciendo cáncer y los 3.000 operarios que trabajan en labores de reconstrucción del sarcófago del reactor número 4 saben que la recta final de su vida está ya trazada.

Algunos datos de interés a tener en cuenta sobre todo este asunto es que el territorio contaminado se cifra en 2.600 kilómetros cuadrados, lo que equivale a toda la extensión de Luxemburgo; que alrededor de 10.000 coches y camiones de los que estaban aparcados o de los que fueron utilizados en los primeros momentos tras este particular cataclismo han tenido que ser desinfectados y enterrados en grandes cementerios no humanos; que el 80% de la contaminación que viaja hasta Kiev desde esta zona lo hace mediante el río Pripet, aunque también es cierto que se han detectado los efectos en latitudes tan alejadas como Noruega; que Chernóbil va a celebrar en breve su primer 1.000 cumpleaños y que su significado semántico se podría traducir por “hierba muy amarga”…



Los reactores números 5 y 6, que se estaban construyendo en el momento del desastre, se han quedado parados en aquel mismo estado. El tiempo de exposición de los trabajadores del complejo no puede ser prolongado. Así, los turnos son de lunes a jueves o bien durante 15 días para descansar otros 15 seguidos.

Hemos aprendido también que en Chernóbil no pueden vivir los menores de 18 años, por eso no hay guarderías, ni colegios ni parques. No hay hospital, solo ambulatorio. No hay juzgados ni cines pero si hay 2 hoteles. Y es que en lo que llevamos de 2009 han pasado a visitar este complejo unas 9.000 personas.

Además, nos ha sorprendido de manera especial el hecho de que la comunidad científica aconseje plantar árboles masivamente para reducir el impacto de la radiación, sobre todo ahora que se ha detectado la presencia de animales, preferentemente aves. que nunca antes habían vivido en estas zonas y que tras el desastre se han sentido atraídas por los alrededores. Tanto es así, que existe un proyecto de conformar un gran parque natural en pleno corazón de la zona contaminada más conocida en el mundo.



Para concluir este acercamiento diremos que la empresa Eco-Center toma muestras del aire, la tierra y el agua cada cuarto de hora y que actualmente se trabaja en la construcción de un nuevo sarcófago, de mayor envergadura que el existente, que permita de una vez por todas tratar y salvaguardar el exterior del reactor dañado del efecto de las 200 toneladas de material radioactivo que permanecen en el interior.

Aún se está a tiempo de aminorar los efectos y de comenzar de nuevo. No para todos porque cada una de las señales amarillas que hemos visto por el camino corresponden a aldeas que han sido sepultadas por el hombre bajo miles de toneladas de tierra y escombros, como la aldea de Kopachi, de la que sabemos el nombre por un viejo cartel que cuelga todavía a pie de la carretera.

A unos 150 kilómetros de distancia del centro de Kiev se sitúa Chernóbil en dirección Norte y a unos escasos 10 kilómetros de Bielorrusia. Ahí, precisamente ahí, es donde hace ahora casi 24 años ocurrió lo que nunca tendría que haber ocurrido. Como reflexión final dejamos un dato en el aire: De entre todos los elementos químicos con los que se trabaja en Chernóbil hay tres que por su índice de contaminación están considerados como los más peligrosos para el ser humano: el Cesio, el Estroncio y el Plutonio. El Cesio y el Estroncio tardan unos 28 años en desaparecer del organismo. El Plutonio, tarda un poco más… unos 7.000 años.

lunes, 23 de noviembre de 2009

CANLE 0,7 - TV: 'El sistema hospitalario en Ucrania'



Roi Palmás/Oscar Dacosta, Kiev (Ucrania).- El sistema sanitario en Ucrania presenta un estado critico, la falta de material en los hospitales obliga a los medicos a convertirse en autenticos heroes para seguir salvando vidas.

El sistema hospitalario, en la UVI



Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Los centros hospitalarios en Ucrania no son como los que están en nuestra imaginación colectiva. De hecho son pocas las coincidencias que los unen. La expedición de Agareso se ha adentrado en varios de estos centros y la conclusión general es que el estado es crítico, de urgencia, casi de coma profundo, y que sobre todo le resta mucho tiempo de estar en la UVI.

Hablando con los máximos responsables de cada planta y de cada hospital, todos lanzan el mismo mensaje: Hace falta de todo, y a la vista de los testimonios, puede ser que se queden cortos.

La primera imagen que nos marcó, la vimos pocos minutos después de llegar a Kagarlic. Nos habían dicho que íbamos al Hospital Central. La nomenclatura, lejos de inspirar confianza, evidencia los problemas de la zona y sobre todo el terrorífico estado en el que se encuentran otros centros de menor rango y recursos. Nada más saludar a los responsables y acceder al interior del edificio, una anciana debidamente uniformada con bata blanca y mascarilla, echa a una paciente que intentaba entrar a la planta. A nosotros nos deja pasar y en cuestión de segundos nos vemos dentro de un pequeño habitáculo donde todo el mundo nos observa. Hay una vieja y oxidada bañera, que adquiere enorme relevancia cuando nos enteramos de que es todo el sistema de desinfección con el que cuenta el complejo para admitir a los pacientes que ingresan por urgencias. Una señora de avanzada edad está postrada en una camilla, en posición de incómodo escorzo, pero ya ni se queja. Seguimos adelante. Nos vamos a una planta donde el listado de humedades, material defectuoso y precariedad en general nos abruma. Basta con calibrar el grosor de los colchones, que a simple vista son ínfimos, para percatarse de que solo hay espuma en algunos de ellos. Los más, plagados de moho y manchas de antiguas humedades. El resto de las camas únicamente poseen una manta doblada sobre el frío metal del somier, y nos cuentan que hay casos mucho peores.

Nuestra escala de valores en este momento ya había dado un vuelco, pero seguimos avanzando. Ninguna habitación tiene baño interior. De hecho, ninguna habitación tiene agua corriente. La decoración en las paredes parece es menester o de otros tiempos o de otras sociedades y el frío reinante (a mediodía, cuando se supone que el termómetro es más benigno) asusta.

Sobre las mesitas adyacentes a las camas vemos enseres personales de los pacientes. Eso parece que nunca cambia. Sin embargo, hay una diferencia importante. Los medicamentos, pastillas y gasas, no las suministra el centro, las tiene que aportar el propio enfermo, si es que puede. El Estado se hace cargo del sueldo del personal del hospital y de las operaciones. El “pre” y el “post” operatorio, ya es otra cosa.


Si hay que poner una cifra para hacerse una idea de lo que cuesta este obligatorio internamiento, diremos que una simple apendicitis se cotiza a 1.000 grivnas (unos 100 euros), aunque el cirujano que lo extirpe cobre poco más de la mitad. Por si el shock del dato fuese poco, aquí hay que pagar por adelantado… ya se sabe que pájaro en mano es mejor que paciente insolvente curado.

Avanzamos por el pasillo, subimos y acabamos en la planta de infantil. La puerta de acceso es mucho más que una barrera separadora. Comienza un mundo diametralmente diferente a lo visto hasta el momento. Nos entra complejo de Peter Pan porque aquí, lo de dejar de ser niño y cambiar de planta tiene que ser muy duro. Todos los recursos se dejan para esta parte. Las donaciones de material y las subvenciones económicas, cuando las hay, se concentran en este apartado. El cuidado a los niños es máximo y eso reconforta, aunque evidencia que es como poner una simple tirita en un miembro amputado. El problema es estructural, hay que cambiarlo por completo.

Cambiamos de centro y el mismo cantar. De nuevo certificamos que las paredes decoradas con dibujos y las salas de juego simbolizan un oasis en mitad del desierto. Preguntamos las principales razones de ingreso de menores y nos responden diciendo que sería vital contar con inhaladores porque el asma y las infecciones respiratorias masacran a los más pequeños.

Y llegamos a ginecología. Con el estómago empequeñecido por las realidades sociales que estamos presenciando, nos cuentan que la camilla que vemos ha sido testigo directo de miles de alumbramientos. Encima no hay luz. Hay lámpara pero no hay tubo y teniendo en cuenta que anochece en esta época sobre las cuatro de la tarde, no nos resistimos a preguntar cómo se las ingenian para asistir en el parto en plena penumbra. No es el primero ni el último caso en el que hay que armarse de lámparas y linternas para dar a luz… qué ironía!.

El tema de la desinfección y la reutilización de material “aséptico” ya es otro capítulo. Unas viejas tarteras al lado de una pileta suponen todas las garantías de que los bisturís y el resto del material empleado en quirófano está libre de virus y gérmenes. Lo cierto es que la resignación del cuerpo médico asusta casi más que verse en la tesitura de someterse a una intervención en estas condiciones.


En términos generales, lo de “hospital central” no tiene realmente nada que ver con alguna serie de ficción española que pudiera dar lugar a equívocos. En lo que sí coinciden absolutamente todas las partes encuestadas –a la que nos unimos- es que en Ucrania, actualmente, los médicos son genios vestidos de bata blanca que se empeñan en hacer milagros diarios en unas condiciones que muchos de los considerados como mejores especialistas en Medicina del planeta echarían a correr. Vaya desde aquí nuestro más sincero reconocimiento y un llamamiento para que las cosas no se perpetúen durante mucho tiempo más, para que de una vez por todas, el sistema sanitario del país salga de una UVI, que por cierto, parece que nadie vigila.

Antonia: “Las adopciones son como una subasta, a ver quien da más para llevarselos antes”



Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Encontrar en Kiev una voz tan autorizada como la de Antonia no es tan habitual. Lo cierto es que parece un auténtico lujo oír de voz de alguien que lleva trabajando toda la vida en esto un diagnóstico social como el que ella misma nos ha brindado.

Antonia es de Zamora y es monja, dominica concretamente. Una gran parte de su vida la ha pasado en el corazón del África negra, en la República del Congo. Recuerda que le ha tocado vivir momentos buenos y otros muy delicados. Poco antes de cumplir 25 años de estancia en aquel territorio, su vida cambió, y con ella, el lugar y los destinatarios de sus acciones. “Dejar el Congo me salvó la vida porque si no salgo de allí, no lo hubiera contado”, asegura la hermana, cuando nos cuenta que tiene la malaria crónica como unos de los recuerdos de aquella etapa.

Antonia cambió el calor africano por el frío ucraniano. Su relato parece el de una gran exploradora o aventurera y lo cierto es que el espíritu lo sigue teniendo como el de una pletórica misionera a la que pocas cosas se le ponen por delante. En Kiev, donde ahora reside, ha fundado lo que llaman “la casa de los niños”. Asegura que su misión es “evangelizar y enseñar” aunque puntualiza que “nunca le preguntamos a ningún niño de qué religión es”.

Su testimonio, en efecto, sirve para conocer el estado actual del país. Cuando empezó a levantar lo que hoy en día es un centro multidisciplinar a donde acuden mayores y niños varias veces por semana para aprender español, entre otras actividades, los precios existentes estaban realmente muy asequibles. Sin embargo, fecha en 2005 el “boom inmobiliario” ucraniano. Asegura que “en muy poco tiempo los materiales de construcción subieron sus precios un 100%” y certifica que ir a la compra ahora ya no es lo que era.

Le preguntamos cómo está la juventud en el país y sobre todo, cómo viven los más pequeños. La respuesta es que “el Estado tiene a los niños muy controlados. Hay centros de acogida, centros de emergencia, orfanatos… está bien organizado e incluso la policía sabe de dónde es cada niño, aunque nos pueda parecer que no”. No obstante, también reconoce que “hay muchos que no quieren ir a estos centros. En sus familias suelen ser maltratados y huyen”.

Uno de los grandes problemas es el de la droga, en su sentido más amplio. Además del alcohol, que supone el porcentaje más elevado y más peligroso de los casos, otro tipo de sustancias están al alcance de estos príncipes de las calles. “Ucrania es distribuidor de todo” y cuando dice “todo”, es todo. A tal punto llega la crueldad de estas adicciones tempranas que lo resume advirtiendo que “muchos jóvenes nacen, crecen, se reproducen, beben y mueren”, como cierto anuncio famoso de hace años.

Para Antonia, en Ucrania “hay gente que tiene mucha fachada” aunque resalta que “la pobreza aquí es mucho más denigrante que en África, donde realmente no hay nada, pero te miran con una sonrisa”. Aquí se ponen las caretas de las grandes marcas aunque cuando se desnudan, quedan realmente en cueros.

El otro gran punto de interés de nuestra conversación es el de las adopciones. Lo describe como “algo terrible” por la “corrupción” que suele envolver estos procesos. Nos cuenta que vienen muchos europeos a buscar a niños de este país y que “realmente se ponen muchísimas trabas”. Finalmente se zanja el asunto con una afirmación categórica: “Las adopciones son como una subasta, a ver quién da más para llevárselo antes”.

"Hay grandes deficiencias en material sanitario y educativo"

Roi Palmás, Kiev (Ucrania).- Entrevista a Marisol Pino, presidenta de la asociación solidaria de San Roque en Salvaterra do Miño. En esta entrevista detalla todos los pormenores de un proyecto de Ayuda Humanitaria que partió, por segunda vez, desde Galicia con destino a Ucrania.

domingo, 22 de noviembre de 2009

'Tesoros escondidos'

Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Kiev se divide en dos: el territorio sobre la faz de la tierra y el que se mueve por sus entrañas. A decir verdad no se sabe bien cuál tiene más vida o más encanto. Las anchas avenidas del epicentro neurálgico de la ciudad aconsejan cruzar los carriles por los pasos subterráneos. Esa entrada al “inframundo”, que no es tal, invita a apurar el paso y a abrir bien los ojos. Mientras en otros metros del mundo lo habitual es ver a artistas exhibiendo sus sapiencias adquiridas con algún instrumento, aquí, en Kiev, además, hay una segunda ciudad no menos atractiva que la que sale en las postales.

Se puede encontrar de todo o por lo menos de casi todo. Comida, bebida, ropa, calzado y tabaco se reparten la atención de los transeúntes con otros artículos de primera, segunda y hasta tercera necesidad. Todo está al alcance de la mano, a unas pocas grivnas de distancia de llevártelo a casa. Hemos visto ya personas que venden pescado fresco en las entradas, seco en los bajos fondos y marisco en las escaleras. Hay plantas, flores y fruta para los vegetarianos. Fiambre y embutidos para los que gusten de los típicos ahumados. Hay recuerdos, hay prensa y hay pósters de futbolistas famosos.

El bullicio es el propio de las paredes que separan las vías ferroviarias de corta distancia de la superficie. Lo mismo puedes cruzar la ciudad y acabar volando sobre raíles, encima del río, que toparte de bruces con los graffitis de los artistas locales. Todo se compra y todo se vende, hasta las perchas de los armarios y las mascotas. Por haber, hay hasta un centro comercial subterráneo que ya le gustaría a muchos de los que cuentan con iluminación natural. Por todo ello se puede decir que el Kiev profundo no está en los barrios periféricos, está en el metro, aunque no hay plano para turistas.

Como contraposición sirva todo el entramado que en la capital ucraniana se orquesta alrededor de las ferias. Ahí es donde te puedes encontrar con inventos, con soluciones y con reliquias por poco dinero. La policía de tráfico vigila sin descanso que no haya transporte no regulado de personas y mercancías rumbo a los centros de venta. En estos lugares se mercadea con casi todo. Con libros, con máquinas, con menaje y con textil, pero también con los recuerdos de otros tiempos. No es raro ver a veteranos de la guerra cambiar sus pertenencias de aquellos tiempos por la curiosidad de los que se convierten en sus nuevos dueños con solo unos billetes de por medio, que al cambio serían monedas y para eso pocas.

El tercer vértice del triángulo es toda esa gente que opta por ganar un sobresueldo vendiendo parte de sus cosechas. Instaladas a pie de carretera, en plena autovía, aparecen solitarias las carretillas y las cestas plagadas de coloridas frutas. Si las quieres no tienes más que echarte a un lado, detener el coche y hacer sonar el claxon. El vendedor saldrá de su casa y negociará contigo antes de cargártelo en el maletero.

El que quiera comprar, ya sabe lo que tiene que hacer. El cartel de “se vende” está colgado de cada puesto. El problema es que para muchos, el único cartel que cuenta es el de “no hay billetes”.

Con los píes en el (frio) suelo


FOTONOTICIA

Fotografias: Oscar Dacosta

Roi Palmas/Kiev

Un monumento señala en el centro de Kiev el kilómetro cero de la ciudad. Alrededor de ese punto se señalan todas las distancias en línea recta al resto de capitales del planeta. Es el corazón del país, está rodeado de facultades, de grandes hoteles de cinco estrellas y de amplias avenidas. A unos pocos metros de este monumento está el protagonista de esta historia, bebiendo un poco de té para intentar entrar en calor en otro día frío. Él también está a miles de kilómetros de distancia de muchos de los que visitan el epicentro de Kiev.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Ucrania, ese país de contrastes

Aunque a mucha gente en la mal llamada “Europa Occidental” le cuesta situar a Ucrania sobre un mapa, lo cierto es que se presenta como un descubrimiento apasionante. Tras varios dias de estancia en el pais, la expedicion de Agareso esta en condiciones de argumentar que esta es una tierra marcada por la historia y por los contrastes que se pueden ir descubriendo a medida que pasan las jornadas.

Quizas se pueda tener una imagen distorsionada de lo que ocurre en las calles de la capital. Kiev es un enclave plagado de referencias religiosas. Abundan los espectaculares templos ortodoxos. El respeto a las creencias es maximo a todos los niveles pero al final la convivencia entre doctrinas es un hecho. Sin embargo, tambien es igual de cierto que la ciudad cuenta con arterias asfaltadas dignas de una ciudad de 5 millones de habitantes o mas pero son estas mismas vias las que hacen mas incomprensible el estado de otras muchas carreteras secundarias plagadas de badenes, agujeros y piscinas naturales diseñadas por la lluvia. Los grandes coches, los de las marcas mas exclusivas, aparcan en las plazas contiguas de viejas maquinas de hace medio siglo, abolladas y con la pintura casi diluida por el paso del tiempo. Hay ricos que son realmente muy ricos y pobres que ocupan el otro extremo de la balanza. El rural y lo urbano chocan violenta y frontalmente, aunque no haya seguro a todo riesgo que se haga cargo de los damnificados.

En los alrededores de la ciudad existen casas y propiedades sobre grandes lagos donde los vecinos pescan sus propias carpas para cenar. Unos pocos kilometros mas adelante las fincas se funden con el horizonte hasta donde la vista no puede llegar. Sobra terreno para todos y la falta maquinaria, que unos pocos se empeñan esconder o destrozar. Son los mismos que se han hecho ricos sin haber dado palo al agua, al mas puro estilo de los perros de los hortelanos. Sobra pobreza y falta industria… es el contraste mas crudo.

Los salarios de los grandes profesionales parecen infimos al cambio de otras monedas por ser alrededor de una decima parte de los que conocemos como “base”. Sin embargo, alquilar un piso en la ciudad, aunque no tenga vistas al rio, se escapa de las posibilidades economicas de casi todos. Quitando el verano, que es cuando los visitantes extranjeros aprovechan para empezar a descubrir la ciudad, el frio invierno a muchos grados bajo cero se presenta con la firme intencion de aletargar a todo el que intente darle la vuelta a la tortilla. Y mientras, los alquileres convierten el vivir en un lujo, el pasado recuerda que no hace tantos años, cuando se estaba bajo otra bandera, el poder repartнa casas para los ciudadanos.

El pais se debate ahora entre los que hablan ruso y los que prefieren la lengua ucraniana. Son punteros en la industria quimica ligada al mundo de la agricultura pero han perdido de golpe su presencia en el panorama internacional de las factorias pesadas. Hasta ahora hemos visto caros abrigos de piel hasta los pies y otros que ya han pasado por muchas manos y muchas vidas.

Hemos visto bodas con novias equipadas con chal de invierno e invitadas con sandalias y medias finas pisando charcos sin inmutarse, tambien jardines abandonados, equipados como auténticos desguaces o vertederos, alejados de los grandes muros de piedra de las casas que no se ven desde la carretera. Pero si algo nos ha dado que pensar ha sido el mundo de las escuelas. Las hemos visitado muy humildes y las hemos visitado muy exclusivas, de las que ya tienen la matricula cerrada hasta 2011. Para que no haya enfados, no diremos las localizaciones ni de unas ni de otras pero lo que si que es cierto es que en la de 1.965 metros cuadrados, en la que hay camas de cuentos de hada, salas de juegos con modernos modelos para niсos y niсas y hasta un acuario con peces de colores como divertimento, la vida se entiende de un modo cuando menos diferente a cуmo se puede llegar a explicar en otras en las que sigue habiendo huecos donde se hace fuego para poder dormir encima caliente.

Por ultimo reflexionar en voz alta sobre un episodio de la historia que aqui sigue siendo clave. No nos referimos solo a los tanques reales que decoran las entradas de algunos pueblos y ciudades. El dato clave es que cada 8 de mayo los veteranos nazis se congregan por estas tierras para rendir tributo a su memoria. Al dнa siguiente, el 9 de mayo, lo hacen los veteranos ucranianos para celebrar la victoria en la Segunda Guerra Mundial ante los mismos iconos militares que recuerdan la ultima cita belica con mauъsculas entre las principales potencias internacionales. Ucrania es un paнs de tales contrastes que permite que unos y otros se manifiesten por sentimientos encontrados y que se vea como algo normal.

Valentina: “En el hospital hacen todo lo que pueden, el problema es politico”


Fotografias: Oscar Dacosta

Roi Palmas/Kiev

En el corazon de la planta de neurologia, en una habitacion con humedades, con la pintura desconchada y con la certeza de que no hay mas cera que la que arde, nos encontramos a Valentina. Pronto conectamos. Valentina es ucraniana, como toda su familia pero acaba de regresar urgentemente a su pais porque su madre, de 74 años, se ha puesto enferma. Lleva 14 dias en un centro hospitalario de Kagarlic y no sabe cuanto tiempo mas tendra que seguir en estas condiciones.

Valentina acaba de aterrizar procedente de la otra esquina de Europa. Viene de Estoril, en Portugal, donde lleva tiempo trabajando. Habla perfectamente la lengua lusa y tanto por la comprension idiomatica como por la historia, nos sentimos irremediablemente atraidos por ella y por su madre.

Dice que “todo lo que gano lo estoy invirtiendo en cuidar a mama”. Las condiciones en las que esta su progenitora son desesperantes. La hija tiene que “comprar todas las medicinas. El jarabe lo he traido desde Portugal y el resto de la medicacion se tiene que obtener en las farmacias”. Este gasto asciende a “unos 80 euros diarios”, una cifra desorbitante cuando se sabe que es mas del sueldo mensual de muchisimos ucranianos que desempeñan buenos puestos de trabajo y que tienen titulaciones universitarias a sus espaldas.

Cuando todo el mundo pudiera pensar que Valentina descargaria sus quejas sobre la direccion y los medicos del hospital, nos indica que “el trato es exquisito. Aqui hacen todo lo que pueden, todo lo que esta en su mano y mas, pero el problema es politico. El sistema esta realmente mal”. Nos cuenta que su madre, que sostiene la mirada perdida, entre ruborizada y hastiada por esta obligada estancia hospitalaria, “trabajo durante 45 años en la agricultura pagando puntualmente su seguro social”. En ese momento es cuando nos espeta una de esas preguntas para las que todavia no hemos encontrado respuesta: “?Y por que mi madre, despues de toda una vida trabajando, tiene que estar asi, comprando hasta la ultima jeringuilla que le hace falta…?

Sonidos de la Ucrania profunda

Relato del paisaje social de la Ucrania más profunda donde el deficiente estado de la necesidades básicas de la población civil son otra remora de la historia contempornea y de una práctica política alejada de las realidades centrales en el país. Roi Palmás aporta algunos sonidos de Ucrania profunda para AG Radio.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Sentido de agradecimiento a la labor humanitaria de la expedición



Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

En la recta final de la parada técnica en la Educación a que ha obligado el miedo a la gripe A, la escuela de enseñanza básica de Mirivka, situada en la provincia de Kagarlic, acogió el acto institucional de entrega de obsequios con los que tanto la dirección del colegio como el resto de la comunidad quisieron agradecer la labor humanitaria que se está llevando a cabo desde Galicia.

Svetlana Mukovoz, la subdirectora y jefa de estudios del centro, hizo entrega de diferentes regalos a los representantes de Agareso, de la Asociación de Solidaridad San Roque y también enviaron un especial recuerdo y unos presentes a la Diputación de Pontevedra, como agradecimiento a la recepción de la ayuda enviada a través de esta expedición.

En el acto, en el que se ofrendaron las confecciones típicas del país (RUSHNIK) bordadas por los alumnos de este colegio, estuvieron presentes las máximas autoridades locales y se celebró una comida por todo lo alto para refrendar el agradecimiento mutuo de las dos partes inmersas en este proyecto común.

Además se han empezado a asentar las bases de futuras colaboraciones entre el colectivo de Leirado y esta comunidad rural, centradas en gestionar nuevas aportaciones de material humanitario pero también poniendo sobre la mesa un más que factible intercambio cultural entre Ucrania y Galicia en el futuro, aprovechando el alto potencial que tienen los alumnos de esta región en el campo del baile tradicional, que entronca directamente con otras manifestaciones artísticas similares en la provincia de Pontevedra.

Vladimir el poeta

Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev


Vladimir es poeta. Tiene 28 años y escribe sobre su madre y su familia pero también sobre la vida y sobre el tiempo. Reconoce que le ruboriza un poco hablar sobre esta faceta pero nos dicen que realmente lo hace muy bien. Vive en una pequeña casa de un barrio cualquiera. Realmente no importan demasiado las coordenadas geográficas porque a “Vova” su espacio le queda pequeño. Su mente está mucho más allá, corre mucho más rápido que la de su entorno y lo único que le frena es precisamente estar tan aislado.

Es el alma de su casa y también de su familia. Sus padres son ya bastante mayores. Le han visto crecer y hacerse un hombre. Lo que más desea ahora mismo es un ordenador. Su intelecto le hace merecedor de una de esas grandes computadoras que mueven el mundo pero advierte que con un viejo y simple modelo es más que suficiente. Prefiere “abrir esa ventana al mundo de ahí fuera” a arreglar otras cosas, quizás más urgentes. Sus problemas en el riñón, por ejemplo, son uno de los gastos más elevados de la familia. Lleva años dependiendo de medicación y las piedras que lleva dentro parecen pesarle como losas en su intento de huída hacia el progreso.

Vladimir se ha empeñado en desmontar mitos. Dice que siempre tiene las piernas frías aunque le desborda el fuego en los ojos. Cuando te mira, te estudia y cuando te tiene estudiado ya te ha ganado. “Vova” va en silla de ruedas, vive en un rincón rural del corazón de una pequeña aldea, sufre parálisis cerebral desde que nació y sus órganos internos están dañados. Pero no importa, porque “Vova” es feliz, es un genio y además, es poeta…


Ganna, el vademecum de Mirivka




Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Si hay alguien que no puede sucumbir ante la enfermedad, esa es Ganna. La señora Misnik es probablemente una de las piezas claves para el entramado social de Mirivka, una de las partes importantes de la provincia de Kagarlic. Se trata de la última y por lo tanto, la única doctora de la zona.

El modesto ambulatorio que lidera es el de centro de referencia para 2.200 personas de cinco aldeas diferentes. Aparcar en la puerta de este “complejo” hospitalario es entender que las quejas más repetidas en el entorno sanitario de otras latitudes se quedan simplemente huecas de significado a este lado de Europa. La sensación térmica en el exterior es realmente adversa. Ganna sale del edificio con un acentuado sombrero porque incluso dentro se deja notar el frío.

Nos cuenta que hubo un tiempo en el que su centro de salud tenía el doble de superficie y que la construcción que sigue en pie al otro lado del camino actuaba como complemento asistencial. Sin embargo, el hecho de que cada vez nazcan menos niños (mientras hace 10 años se contabilizaban una treintena de alumbramientos, ahora esa tasa no supera los cinco) y que las dificultades económicas se hayan ido acentuando marcadamente, han provocado que las luces y la actividad se vaya apagando poquito a poco.

Lo que quizás más nos llama la atención es la furgoneta que hace las funciones de ambulancia. La unidad móvil asistencial con la que cuenta este centro es un modelo de hace cuatro décadas. Donde en otros lugares existe un completo quirófano medicalizado portátil, aquí, en Mirivka, hay dos asientos, un banco de madera y una camilla de tela que recuerda más a la Segunda Guerra Mundial y a los hospitales de campaña que al vehículo de urgencias. Además, sobre el ondulado y abollado suelo de metal donde deben ir los enfermos y las parturientas, se arremolinan aperos de labranza y rastrillos oxidados, lo que sin duda no invita precisamente a ponerse enfermo. Con una sonrisa de resignación nos dicen que en caso de un traslado de urgencia, este puesto base cubre zonas alejadas de hasta 45 kilómetros de distancia del hospital central. La siguiente pregunta es ¿a qué velocidad puede conducir esta ambulancia? y la respuesta es, precisamente, “a unos 45 ó 50 kilómetros a la hora”. Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, un paciente de urgencia tardaría sesenta minutos en llegar a destino, tiempo más que suficiente como para perecer en el intento o para dar a luz por el camino. Si a ello sumamos el estado de las carreteras, zurzidas de baches y charcos embarrados, el resultado es todavía más desalentador.

Pero el territorio y el milagro diario de Ganna no acaba ahí. Su ambulatorio no tiene agua corriente. De hecho hay que salir al exterior para subirla a mano de un pozo cercano. Es la vara ideal para poder medir el estado general del contexto. La doctora, la que mejor conoce a sus vecinos por dentro y por fuera, trabaja en medio edificio. La otra mitad ha sido cerrada con una falsa pared para que la calefacción existente se concentre en la mitad de metros cuadrados, ya que las facturas eran inasumibles. De todos modos pedimos visitar la otra parte, la desangelada, y efectivamente la atmósfera es tan gélida como imaginábamos.

El resto del mobiliario lo conforman plásticos en las ventanas para combatir el invierno, butacas similares a las de un viejo cine desmantelado para las esperas y un invento casero a base de chatarra para calentar los grandes radiadores de las estancias: Un cable metálico enchufado a la corriente sumergido en un caldero con agua. Así se trabaja o mejor dicho, así se tiene que trabajar.

Pero a pesar de todo, la dignidad que le imprime Ganna es más que suficiente como para estar orgullosa. Cuenta con su laboratorio, con su zona de fiosioterapia, su dispensario farmacéutico y su zona infantil. Además puede albergar a pacientes, aunque solo de día. Es por eso que la doctora Misnik es la especialista, la psicóloga, la curandera y la druida de toda la comunidad. Es el alma máter y también el Vademécum que nunca se puede poner enferma.