Fotografías: Óscar Dacosta
Roi Palmás/Kiev
“Cuarentena” es el estado en el que se encuentra actualmente gran parte de los centros sociales de acogida en Ucrania y por extensión, allí donde se congregan un elevado número de personas. A pesar de que la lengua del país es marcadamente diferente a la nuestra, hay vocablos que no dejan lugar a las dudas y las complicaciones se detectan a simple vista.
El orfanato de Malutka, uno de los más importantes de Kiev y por tanto de todo el país, se encuentra estos días cerrado a cal y canto. Guardan con celo el interior de sus instalaciones y es prácticamente imposible tomar contacto con los pequeños que allí viven. Las directrices marcadas por el Gobierno son claras y estrictas y además de la salud, está en juego el nombre, el prestigio y hasta los puestos de trabajo de aquellos que osen desoír estas órdenes. Sin embargo, las gestiones realizadas fructificaron y con los permisos pertinentes, se pudo no sólo acceder al recinto y conversar con los responsables, sino que se interactuó (debidamente protegidos con mascarillas) con los menores que recibieron chocolatinas y nos devolvieron sonrisas.
Este centro de acogida, situado en un lugar apartado, rodeado de naturaleza y a las afueras de la capital, cuenta con 94 niños internos. Unos son huérfanos y otros padecen diferentes enfermedades (destaca el elevado número de niños con Síndrome de Down) mientras en un edificio contiguo viven menores minusválidos a los que es completamente imposible acceder.
El edificio de referencia fue construido en el año 1913. Sus cimientos han soportado estoicamente dos Guerras Mundiales y se preparan para su primer centenario a pleno rendimiento. La puerta principal de este centro se acostumbró, en otros tiempos, a ser el lugar de recogida de niños que eran abandonados por sus padres o familiares cercanos. Hoy en día, dadas las enormes necesidades de mejoras infraestructurales, la construcción se encuentra en pleno proceso de remodelación. La manera de poder llevarlas a cabo es la cooperación privada, ya que las ayudas estatales no permiten ni lujos ni tan siquiera solventar los grandes problemas que padece el edificio y que saltan a primera vista.
Lo que diferencia al orfanato de Malutka de muchos otros es que ha logrado contar en su círculo más cercano con una asociación local llamada “Amigos de los niños” que buscan y gestionan ayuda y financiación para mejorar el día a día de los pequeños. Valentina es la portavoz de esta asociación y relata que “somos unas diez familias que hemos decidido conformarnos como colectivo para ayudar al orfanato”. Este grupo, en el que el mayor peso lo llevan los jóvenes, cuenta con apenas unos días de vida como tal, aunque su labor se remonta a los últimos tres años.
Junto a ellos, el Ucranian Center for Christian Cooperation (la contraparte local del proyecto de Agareso y la Asociación Solidaridad San Roque), es el “socio protector” del orfanato, ya que en este país existe la costumbre de que colectivos y asociaciones “apadrinen” a otras instituciones de fines benéficos, asistenciales, educativos u hospitalarios. El material procedente de Leirado, en Salvaterra de Miño, que se entrega en Malutka lo conforman sillas de pupitres para las edades más tempranas y juguetes.
Roi Palmás/Kiev
“Cuarentena” es el estado en el que se encuentra actualmente gran parte de los centros sociales de acogida en Ucrania y por extensión, allí donde se congregan un elevado número de personas. A pesar de que la lengua del país es marcadamente diferente a la nuestra, hay vocablos que no dejan lugar a las dudas y las complicaciones se detectan a simple vista.
El orfanato de Malutka, uno de los más importantes de Kiev y por tanto de todo el país, se encuentra estos días cerrado a cal y canto. Guardan con celo el interior de sus instalaciones y es prácticamente imposible tomar contacto con los pequeños que allí viven. Las directrices marcadas por el Gobierno son claras y estrictas y además de la salud, está en juego el nombre, el prestigio y hasta los puestos de trabajo de aquellos que osen desoír estas órdenes. Sin embargo, las gestiones realizadas fructificaron y con los permisos pertinentes, se pudo no sólo acceder al recinto y conversar con los responsables, sino que se interactuó (debidamente protegidos con mascarillas) con los menores que recibieron chocolatinas y nos devolvieron sonrisas.
Este centro de acogida, situado en un lugar apartado, rodeado de naturaleza y a las afueras de la capital, cuenta con 94 niños internos. Unos son huérfanos y otros padecen diferentes enfermedades (destaca el elevado número de niños con Síndrome de Down) mientras en un edificio contiguo viven menores minusválidos a los que es completamente imposible acceder.
El edificio de referencia fue construido en el año 1913. Sus cimientos han soportado estoicamente dos Guerras Mundiales y se preparan para su primer centenario a pleno rendimiento. La puerta principal de este centro se acostumbró, en otros tiempos, a ser el lugar de recogida de niños que eran abandonados por sus padres o familiares cercanos. Hoy en día, dadas las enormes necesidades de mejoras infraestructurales, la construcción se encuentra en pleno proceso de remodelación. La manera de poder llevarlas a cabo es la cooperación privada, ya que las ayudas estatales no permiten ni lujos ni tan siquiera solventar los grandes problemas que padece el edificio y que saltan a primera vista.
Lo que diferencia al orfanato de Malutka de muchos otros es que ha logrado contar en su círculo más cercano con una asociación local llamada “Amigos de los niños” que buscan y gestionan ayuda y financiación para mejorar el día a día de los pequeños. Valentina es la portavoz de esta asociación y relata que “somos unas diez familias que hemos decidido conformarnos como colectivo para ayudar al orfanato”. Este grupo, en el que el mayor peso lo llevan los jóvenes, cuenta con apenas unos días de vida como tal, aunque su labor se remonta a los últimos tres años.
Junto a ellos, el Ucranian Center for Christian Cooperation (la contraparte local del proyecto de Agareso y la Asociación Solidaridad San Roque), es el “socio protector” del orfanato, ya que en este país existe la costumbre de que colectivos y asociaciones “apadrinen” a otras instituciones de fines benéficos, asistenciales, educativos u hospitalarios. El material procedente de Leirado, en Salvaterra de Miño, que se entrega en Malutka lo conforman sillas de pupitres para las edades más tempranas y juguetes.
¿Hai algo más hermoso que la sonrisa de un niño? Tan sólo por haber logrado imágenes como esta ya ha merecido la pena el esfuerzo de la asociación San Roque y el viaje de los reporteros de Agareso. Un niño no debería ver borrada su sonrisa del rostro, nunca, en ningún punto del planeta.
ResponderEliminarQue buen post! Es increible la forma tan exquisita que redactas un tema tan banal, es algo impresionante de verdad que si, por las barbas de Barrabas: esto es un post de otro nivel literario, es tan emocionante como saber que necesitas ingresar a Generic Viagra porque en la noche, sabes que viene una cosa rica por tu alma y que quiere accion toda la noche, moviendose como una serpiende y chupando como un murcielago!
ResponderEliminarBueno, la verdad es que este tema difiere un poco de lo que es la realidad, puesto que la familia es un concepto ambiguo y al mismo tiempo abstracto que cualquiera puede destrozar con el pasar de las experiencias. Es decir, no hace falta tener un modelo a seguir, si solomente se tiene como norte la moral general y el bien comun. 23jj
ResponderEliminarEspero que se esté dando un buen trato en esos orfanatos porque los niños merecen que se les trate cieen para que puedan frojarse un muy buen futiro cuando sean grandes.
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