lunes, 23 de noviembre de 2009

El sistema hospitalario, en la UVI



Fotografías: Óscar Dacosta

Roi Palmás/Kiev

Los centros hospitalarios en Ucrania no son como los que están en nuestra imaginación colectiva. De hecho son pocas las coincidencias que los unen. La expedición de Agareso se ha adentrado en varios de estos centros y la conclusión general es que el estado es crítico, de urgencia, casi de coma profundo, y que sobre todo le resta mucho tiempo de estar en la UVI.

Hablando con los máximos responsables de cada planta y de cada hospital, todos lanzan el mismo mensaje: Hace falta de todo, y a la vista de los testimonios, puede ser que se queden cortos.

La primera imagen que nos marcó, la vimos pocos minutos después de llegar a Kagarlic. Nos habían dicho que íbamos al Hospital Central. La nomenclatura, lejos de inspirar confianza, evidencia los problemas de la zona y sobre todo el terrorífico estado en el que se encuentran otros centros de menor rango y recursos. Nada más saludar a los responsables y acceder al interior del edificio, una anciana debidamente uniformada con bata blanca y mascarilla, echa a una paciente que intentaba entrar a la planta. A nosotros nos deja pasar y en cuestión de segundos nos vemos dentro de un pequeño habitáculo donde todo el mundo nos observa. Hay una vieja y oxidada bañera, que adquiere enorme relevancia cuando nos enteramos de que es todo el sistema de desinfección con el que cuenta el complejo para admitir a los pacientes que ingresan por urgencias. Una señora de avanzada edad está postrada en una camilla, en posición de incómodo escorzo, pero ya ni se queja. Seguimos adelante. Nos vamos a una planta donde el listado de humedades, material defectuoso y precariedad en general nos abruma. Basta con calibrar el grosor de los colchones, que a simple vista son ínfimos, para percatarse de que solo hay espuma en algunos de ellos. Los más, plagados de moho y manchas de antiguas humedades. El resto de las camas únicamente poseen una manta doblada sobre el frío metal del somier, y nos cuentan que hay casos mucho peores.

Nuestra escala de valores en este momento ya había dado un vuelco, pero seguimos avanzando. Ninguna habitación tiene baño interior. De hecho, ninguna habitación tiene agua corriente. La decoración en las paredes parece es menester o de otros tiempos o de otras sociedades y el frío reinante (a mediodía, cuando se supone que el termómetro es más benigno) asusta.

Sobre las mesitas adyacentes a las camas vemos enseres personales de los pacientes. Eso parece que nunca cambia. Sin embargo, hay una diferencia importante. Los medicamentos, pastillas y gasas, no las suministra el centro, las tiene que aportar el propio enfermo, si es que puede. El Estado se hace cargo del sueldo del personal del hospital y de las operaciones. El “pre” y el “post” operatorio, ya es otra cosa.


Si hay que poner una cifra para hacerse una idea de lo que cuesta este obligatorio internamiento, diremos que una simple apendicitis se cotiza a 1.000 grivnas (unos 100 euros), aunque el cirujano que lo extirpe cobre poco más de la mitad. Por si el shock del dato fuese poco, aquí hay que pagar por adelantado… ya se sabe que pájaro en mano es mejor que paciente insolvente curado.

Avanzamos por el pasillo, subimos y acabamos en la planta de infantil. La puerta de acceso es mucho más que una barrera separadora. Comienza un mundo diametralmente diferente a lo visto hasta el momento. Nos entra complejo de Peter Pan porque aquí, lo de dejar de ser niño y cambiar de planta tiene que ser muy duro. Todos los recursos se dejan para esta parte. Las donaciones de material y las subvenciones económicas, cuando las hay, se concentran en este apartado. El cuidado a los niños es máximo y eso reconforta, aunque evidencia que es como poner una simple tirita en un miembro amputado. El problema es estructural, hay que cambiarlo por completo.

Cambiamos de centro y el mismo cantar. De nuevo certificamos que las paredes decoradas con dibujos y las salas de juego simbolizan un oasis en mitad del desierto. Preguntamos las principales razones de ingreso de menores y nos responden diciendo que sería vital contar con inhaladores porque el asma y las infecciones respiratorias masacran a los más pequeños.

Y llegamos a ginecología. Con el estómago empequeñecido por las realidades sociales que estamos presenciando, nos cuentan que la camilla que vemos ha sido testigo directo de miles de alumbramientos. Encima no hay luz. Hay lámpara pero no hay tubo y teniendo en cuenta que anochece en esta época sobre las cuatro de la tarde, no nos resistimos a preguntar cómo se las ingenian para asistir en el parto en plena penumbra. No es el primero ni el último caso en el que hay que armarse de lámparas y linternas para dar a luz… qué ironía!.

El tema de la desinfección y la reutilización de material “aséptico” ya es otro capítulo. Unas viejas tarteras al lado de una pileta suponen todas las garantías de que los bisturís y el resto del material empleado en quirófano está libre de virus y gérmenes. Lo cierto es que la resignación del cuerpo médico asusta casi más que verse en la tesitura de someterse a una intervención en estas condiciones.


En términos generales, lo de “hospital central” no tiene realmente nada que ver con alguna serie de ficción española que pudiera dar lugar a equívocos. En lo que sí coinciden absolutamente todas las partes encuestadas –a la que nos unimos- es que en Ucrania, actualmente, los médicos son genios vestidos de bata blanca que se empeñan en hacer milagros diarios en unas condiciones que muchos de los considerados como mejores especialistas en Medicina del planeta echarían a correr. Vaya desde aquí nuestro más sincero reconocimiento y un llamamiento para que las cosas no se perpetúen durante mucho tiempo más, para que de una vez por todas, el sistema sanitario del país salga de una UVI, que por cierto, parece que nadie vigila.

2 comentarios:

  1. Me parece terrible lo que estais contando. Me pregunto qué le pasa por la cabeza a los responsables del Gobierno de un país para dejar la sanidad de sus ciudadanos en un estado tan lamentable.

    La educación y la sanidad son cuestiones básicas de un país. Y NUNCA SE HACE SUFICIENTE PARA QUE AMBOS AMBITOS ESTÉN BIEN SERVIDOS. En Ucrania, por lo que parece, se han olvidado de ello.

    ESTRELLA

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  2. Que es lo que veo? Es un hospital? no lo puedo creer, parece un ratonero! La verdad a mi me daria pena ser doctor en ese sitio. Que ridiculo que hacen las autoridades al permitir que estos centros operen en esas condiciones.

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